Se cree que esta tradición de tocar tambores viene de principios del siglo XIX. Se puede pensar que por la época en la que se toca en tambor
en esta localidad, Semana Santa, pudiera pensarse que es una forma de manifestación religiosa, pues no, es justamente lo contrario los Muleños
empezaron a tocar tambores en protesta por las restricciones y prohibiciones impuestas por las autoridades civiles y católicas de la localidad.
Noche del Martes Santo al Miércoles Santo, después de tomarse unas cañas en el Bar Salazar, en la plaza del Ayuntamiento se dan cita miles de personas,
ataviadas con túnicas negras y grandes tambores, la gente intenta entrar en la plaza pero ya es imposible. Son casi las doce de la noche, se apagan las
luces de la plaza y se escucha una gran exclamación, de repente, los tamboristas alzan su manos y empiezan a chocar sus palillos en el aire, se empieza
a escuchar un corazón latir, y suena la tan esperada fanfarria de trompetas, acaba la música y miles de tambores empiezan a tocar a la vez, el suelo
empieza a temblar... y así empieza la Noche de Los Tambores de Mula.
El origen del toque del tambor en Mula es difícil de precisar, pero al parecer, tiene lugar durante la primera mitad del S. XIX, como forma de protesta.
No esta claro ya que la primera mención escrita que tenemos hacia el toque de tambor por las calles de mula se remonta a las ordenanzas municipales de
1859, donde se cita que solo podrán ir por la calle con tambores aquellas personas autorizadas por la Cofradía del Carmen, y solamente en la procesión.
por lo que suponemos que en este tiempo ya en Semana Santa de ese año la gente salía a tocar tambores por las calles.
Los tamboristas no pararan de tocar el tambor en toda la noche, hora tras hora no pararan de golpear las pieles de sus tambores con sus grandes palillos,
da igual edad, sexo o su origen. podemos ver a niños pequeños llevados por sus padres en sillita, hasta personas muy mayores que tocan sus antiguos
tambores, de los que antaño se utilizaban con cuerdas para tensarse. Los tambores no entienden de edad ni sexo, te envuelven con su peculiar sonido,
desde la noche hasta el día siguiente lo único que se escucha por toda la localidad es el toque de tambor.
Es una mezcla mágica, la noche, el ruido, la gente vestida de negro, y sobre todo el típico revuelto de anís que se consume para que el cuerpo aguante,
que te ofrecen las peñas de tamboristas.
Así seguirán hasta que amanezca y hasta que el cuerpo aguante.